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julio 7, 2020

EL ELEVADOR DE GENOVEVA

Por José Fernando Durán - CEO Formándonos

En los últimos años he venido reflexionando mucho sobre una frase que he escuchado reiterativamente: “Es que nosotros no tenemos derecho a…”

Mis pensamientos me han llevado a dos conclusiones: La primera es que efectivamente en muchos casos se presentan barreras y limitaciones que evitan el acceso en forma equitativa de todas las personas a determinadas cosas.  Esa es una verdad irrefutable, pero no quiero detenerme en este artículo a encontrar las razones ni a especular sobre el camino para crear una sociedad justa e igualitaria.

La segunda y la que más me ha inquietado es entender cómo hay muchas situaciones en las cuales las dificultades de acceso no se presentan por limitaciones económicas o de entorno, sino por barreras creadas en el interior de las personas o de las empresas.

Permítanme contarles una anécdota real:  Genoveva es una señora de 58 años que ha acompañado durante cerca de veinte años a mi familia apoyándonos en labores domésticas. Genoveva es madre de 8 hijos, separada de su esposo hace 30 años y con gran esfuerzo y dedicación ha logrado que todos tengan hoy una vida organizada y productiva. Genoveva llega muy temprano a ejercer sus labores y al final de la tarde se devuelve a su casa a continuar atendiendo a sus hijos y nietos. Con el tiempo, Genoveva se ha convertido en un miembro más de la familia y usualmente nos acompaña a la hora del almuerzo, que ella misma ha preparado, sentándose a conversar con nosotros en la misma mesa.

Hace un par de años, un sábado, decidimos ir a almorzar a un moderno centro comercial, donde los restaurantes están ubicados en el cuarto piso. Quisimos tener un detalle con Genoveva y ese día le pedimos que nos acompañara. Ella aceptó, pero ciertamente no parecía sentirse muy cómoda.  Una de las personas que nos acompañaba presentaba una lesión por lo cual decidimos tomar un elevador. Cuando invitamos a Genoveva a seguir adelante en el elevador, ella se excusó y decidió subir por la escalera. El ascensor tenía vista panorámica y desde allí pude observar mientras Genoveva subía caminando por las escaleras, dejando a un lado también las escaleras eléctricas.  En ese momento mi mente concluyó que Genoveva le tenía miedo a ese tipo de aparatos (elevadores y escaleras eléctricas) y que por ello decidió subir caminando.

Cuando llegamos al cuarto piso la esperé, y como ya tenía mi propia explicación de lo sucedido, le pregunté qué era lo que le generaba angustia al tomar el elevador.  Y su inesperada respuesta me dejó completamente fuera de lugar. Me dijo: “…No señor, no me da miedo, lo que sucede es que esos aparatos son para el uso de ustedes y no de nosotros…”

Ese día pude entender claramente el significado de un concepto que había escuchado muchas veces: Autoexclusión. Genoveva no comprendió que no existía ninguna barrera o limitación que le impidiera evitar el desgaste físico que implicaba la subida de los cuatro pisos. Ella misma se creó esas barreras.

El Yo #1 de Genoveva, del que habló Timothy Gallaway, a quien llaman el Padre de Coaching Moderno, en el desarrollo de su concepto del Juego Interior, está ganándole el partido a su Yo #2. No importa cuáles sean sus capacidades y posibilidades, una voz interna impedirá que las pueda realizar y creará barreras inexistentes y verá obstáculos que parecen insuperables.

Volviendo a mi reflexión inicial, mi experiencia laboral y como consultor me ha permitido ver cómo las grandes empresas valoran de manera muy especial el desarrollo de habilidades blandas o competencias transversales de sus ejecutivos y profesionales y reconocen la importancia de las mismas, dado que ellos pasan gran parte de su tiempo en la compañía y enfrentan diversas situaciones organizacionales y personales durante la jornada, en las  cuáles no se ponen a prueba sus conocimientos técnicos y académicos, sino sus capacidades de relacionamiento y comunicación y sus propias características como persona.

Por ello, y con mucho acierto y éxito, se han desarrollado empresas expertas en este proceso de formación y desarrollo de estas competencias y hoy tienen una gran demanda por parte de las grandes compañías, las cuales ven incrementarse sus niveles de productividad de una manera muy efectiva cuando sus directivos y ejecutivos se gestionan potencializando sus capacidades de trabajo en equipo, relacionamiento, comunicación, adaptabilidad, etc.

Alrededor de este tema me han surgido dos preguntas: ¿Y qué pasa con este sentido con los dueños y administradores de las compañías más pequeñas? ¿Y qué pasa con el personal de los niveles organizacionales menos altos de la compañía (fuerzas comerciales, de cobranzas, personal administrativo de bajo rango, personal operativo)?  Y la respuesta a la que he llegado es que son conscientes de lo ideal que sería que todas estas personas participaran de procesos de formación de habilidades transversales, pero lo consideran como algo inalcanzable o como algo que está estructurado únicamente para los directivos de las grandes empresas.  Es decir, tal como le sucedió a Genoveva con el elevador, se Autoexcluyen.

Mis reflexiones me han llevado a entender que las barreras que se crean en las mentes de las empresas pueden ser eliminadas y la formación y desarrollo de competencias blandas para sus dueños y el personal de administración y para los funcionarios de nivel operativo puede ser una realidad. El modelo de negocio debe ser ajustado, sin perder el nivel de preparación y profesionalismo que se requiere para asumir la responsabilidad de formar a otras personas.

En el siguiente artículo de este blog hablaré sobre las competencias de los formadores con mucho más detalle.

Genoveva: ¿Estás lista para tomar el elevador?

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